Lo encontré bebiendo agua jabonosa en los lavaderos del pueblo. En su frente mostraba una fea herida, producida seguramente por una pedrada, y su figura escuálida despertó en mí, mis mas profundos instintos de protección. En ese momento decidí que yo lo cuidaría.
Como cabía suponer, a mi madre no le hizo ni pizca de gracia que mi nuevo amigo tuviera cara de perro, y menos que fuera a compartir el mismo techo y comer las mismas viandas que nosotros. Pero no puso mas objeción, bastante tenía la pobre en aquella época (al cargo de tres infantes y trabajando de sol a sol),como para preocuparse por un simple animalico.
Enseguida supe que su nombre sería "Pirata". Una gran mancha marrón cubría todo su ojo derecho, y me recordaba a los corsarios protagonistas de los escasos libros de aventuras, que raramente llegaban a mis manos.
Lleno de vitalidad, tardó poco en recuperarse. Me acompañaba a la escuela y esperaba mi salida allí sentado, viendo como jugábamos en el patio con ansia de unirse a nosotros como uno mas.
Por las tardes se fundía con la pandilla, y cazaba todo tipo de alimañas para agasajarnos, tales como liebres, perdices y hasta topos, que colgaban inertes de su boca mientras su rabillo alegre giraba en extasis.
Se ganó a mi madre, que vio en el una fuente de alimento que llevar a la mesa. Poder comer perdiz de vez en cuando era todo un lujo no al alcance de cualquiera.
Cuando yo caía enfermo era mi fiel compañía. Tumbado en el frio suelo de mi alcoba, pasaba las horas siempre alerta a cualquiera de mis lamentos, y avisaba a mi madre si veía que necesitaba ayuda.
Pero con quien no se llevaba nada bien era con Sor Teresa, a la que siempre olisqueaba bajo las faldas descaradamente en público, cosa que a ella no le hacía ni mijíta de gracia, y que correspondía con un puntapié en salvase las partes de mi Pirata. Hasta que un día, harto de tamaños desplantes, mi aguerrido can decidió levantar la pata y orinarse en la pantorrilla de la susodicha monja ante la atenta mirada de todos los concurrentes que tuvieron que atender a Sor Teresa en su desmayo.
Este episodio no hizo mas que aumentar su legión de seguidores, entre los que se encontraban muchas víctimas de las tiranías de la religiosa, que hubieran hecho lo mismo que hizo Pirata, si hubieran carecido de vergüenza como el.
Siempre sentí curiosidad por saber que escondía Sor Teresa bajo los hábitos y que atraía tanto a mi perro. Aunque viendo sus cejas que mas bien parecían un mostacho, y conociendo a mi perro, lo que ocultaba allí debajo se me hacía de lo mas nauseabundo.
Protagonista de excepción en mil y una batallas, invariablemente salía ileso de todas. Ni las espadas de madera, ni las piedras de los tirachinas, lograron nunca rozarle una oreja. Veloz como un rayo y cariñoso a raudales, formó parte de mi vida durante mis mejores años.
Pirata Cifuentes Romero, amigo leal y excelente compañero, fue uno mas en la familia. Fué mi hermano. Clara
Entrañable. He tenido la sensación inconfundible de vivir la historia. En lo que se refiere a la monja, incluso en el caso de lo que ocultara fuera inenarrablemente feo, podemos extraer una lección: Nada humano vale la pena de ser negado.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte.
Gracias por tu comentario. Mi pretensión es que, con un lenguaje sencillo se vivan las historias como propias y veo que lo voy consiguiendo.
EliminarUn abrazo
Buaaah...!!!Qué pasada.!!! Como me ha gustado tú relato.
ResponderEliminarQuién no ha tenido un compañero como Pirata, no sabe lo que se pierde.!!! Cuantos cantos " de los de antes" habremos lanzado al primer can que deambulaba por nuestros dominios,sin animo de maltrato, solo por darle al brazo un poco mas de recorrido.
Me parece una narración exageradamente natural y amena.
Me puedo sentir casi transportado a los tiempos de pan y aceite como merienda ... unas cuantas chinas en los bolsillos ... Je,je,je.
Muy bien Clara.
Que tiempos, y que aventuras....Aunque yo no haya vivido según que épocas, ayudar a rememorar el pasado, incluso el imaginario, es reconfortante.
EliminarUn abrazo
Jejeje... Muy bueno. Menudo pueblo el tuyo!!! No tienen desperdicio ni siquiera los perros.
ResponderEliminarLos personajes conviven con nosotros cada día. Solo hay que pararse a ver la vida a través de sus ojos para conocerlos.
EliminarAbracitos
Estás consiguiendo crear una especie de universo muy tuyo, muy reconocible. Dan ganas de husmear bajo las faldas de este blog. Un abrazo.
ResponderEliminarNo era mi intención al iniciar este blog escribir relatos. Algo de poesía si que había escrito, pero nunca creí poder crear un mundo aparte.
EliminarVuestros comentarios me animan a seguir, y los personajes algo impacientes, pelean entre sí para asomarse a la luz en estas paginas.
Gracias. Un abrazo
Un relato tierno, entrañable, que nos transporta a ese tiempo en el que todo es posible que un barco de papel recorra el mundo y un perro abandonado encuentre un hogar en nuestro corazón.
ResponderEliminarFelicidades Clara por poder sentir y saber transmitir.
Jane.
Bienvenida a mi rincón Angela, donde todo es un poco añejo.
EliminarUn abrazo
Pirata me recuerda a esa legión de compañeros incansables que nos rodean y que ademas de gozar de nuestro cariño algunas veces y otras son objeto de, para ellos incomprensiblemente, furias y reproches.
ResponderEliminarEn Pirata se concentra tu cariño y tu respeto, en tus palabras se refleja el consuelo pero echo de menos el final.
Un beso
Mi buen Rafael, Pirata carece de final, como los grandes. El final de Pirata es la esencia que dejó tras de sí y que muy bien has podido apreciar.
EliminarUn abrazo
Qué buen homenaje, Clara! Estas cosas me emocionan, porque también yo tengo una mascota y se lo que es y lo que se siente por ellas. Tienes un blog más que interesante y me apunto de seguidor para no perderme nada de lo que publiques. Un beso :)
ResponderEliminarBienvenido Gumer. Espero cumplir tus espectativas.
EliminarUn abrazo artista