El silencio como respuesta, ése arma de doble filo.

A veces no nos damos cuenta, lo hacemos sin pensar, sin ninguna mala intención, creyendo que nuestra opinión carece de interés, pero nuestro silencio para los demás puede esconder multitud de respuestas. 

El silencio puede ser muy  egoísta, no facilita las cosas, permanece impasible mientras  nuestra mente trabaja a mil por hora para descifrarlo y darle un sentido.

Una incógnita, eso es lo que te responde el silencio.

Una puerta abierta a la imaginación.  ¿Una punzada de culpabilidad?, o mejor, ¿un guiño cómplice?.

Claro que interpretarlo es complejo, traducir lo que dice un silencio varía  según el nivel de cercanía y confianza que tengamos con nuestro interlocutor.

- Hay silencios tímidos, son los que no encuentran las palabras exactas y temen expresarse bien. Son los mas complicados, porque nunca sabes ciertamente la opinión que esconden  y te expones  a equivocarte de lleno ya que sueles darles más oportunidades que a los demás.

-Hay silencios  socarrones, muy ofensivos,  que parecen decir que “ese comentario no merece replica”.

-Hay silencios irónicos, dónde todos piensan lo mismo y nadie se atreve a comunicarlo, suelen ir acompañados de risas y miradas hacia otro lado .

-También hay  silencios despistados, esos en que la otra persona no se ha enterado de nada porque estaba en la inopia. Estos también duelen…, ¿acaso te aburre mi conversación?

-Pero el peor de todos es el silencio cruel, aquel que grita en la sombra “¡¡¡no me importa nada lo que pienses o sientas!!!!!!”, o bien "mi opinión me la guardo para mi".

Y para terminar:

-El mas maravilloso: El silencio cómplice, ese que transmite la respuesta en la mirada y la sonrisa del otro, ese que no precisa que nuestras neuronas se organicen alarmadas buscando posibles  veredictos acertados. Ese que hace que la vida siga  fluyendo en un mar de tranquilidad y sin dudas.                                         Clara